martes, 22 de enero de 2013

VOLUMEN "+" Ruben Ivanoff


Ese domingo, Mario había salido temprano a comprar el pan. La panadería quedaba a pocas cuadras, y el día estaba soleado, ideal para caminar un poco.
Varios vecinos se encontraban baldeando sus veredas o lavando el auto. Mario, muy estimado en el barrio, era saludado por todos:
- ¿Cómo anda, don Mario?
- Muy bien, don Felipe, ¿Qué cuenta?
- Bien, acá esperando a los nietos que vienen a ver el partido.
- ¡Sí!. Yo salí temprano a hacer las compras así me queda toda la tarde libre.
- Bueno don Mario, ¡que tenga buen día!, ¡Y que ganen los Linces!.
- ¡Hasta luego don Felipe!.

Y así con varios vecinos. Mario era aficionado al futbol, y esa tarde jugaría el equipo de sus amores (Los “Linces”). Por nada en el mundo se perdería el partido.
Faltando una cuadra para la panadería, cuando pasaba frente a la tienda de electrodomésticos, Mario percibió algo extraño. Se detuvo un momento frente a la vidriera, y observó detenidamente un televisor que allí se exhibía, y que estaba mostrando un programa sobre la “previa” del partido.
Luego de fruncir el ceño, buscó entre sus ropas el control remoto universal que siempre llevaba encima, y rápidamente tecleó el código de ese televisor (se sabía de memoria la mayoría de los códigos de todas las marcas). Luego apuntó al televisor y presionó el botón “Volumen+”, subiendo un punto el volumen del mismo, que de esta manera quedó configurado en “16”.
Mucho más tranquilo ahora, siguió su marcha hacia la panadería. Resulta que Mario tenía una cábala, que de a poco se fue convirtiendo en obsesión: no podía dejar el volumen del televisor en un número impar. Mucho peor si ese día jugaba su equipo. Un número impar en el volumen podía significar una irremisible derrota. Por eso había cambiado ese odioso “15” en el televisor de la tienda. ¡Era inadmisible que por un descuido como ese su equipo perdiera!.

Y finalmente llegó la tarde. El barrio era muy tranquilo y la mayoría de los vecinos dormían la siesta. Excepto quienes gustaban del futbol. Por ejemplo, los nietos de don Felipe habían llegado a lo de su abuelo, y se encontraban en ese momento sentados frente al televisor, gorro y banderines de por medio, alentando a su equipo. Y Mario en su casa hacía otro tanto, con su preciado control remoto a mano y la tele en volumen 12, para no molestar con el partido. Los ravioles de su mujer habían hecho buena mella en la familia, y todos dormían menos él.

El equipo venía bien, pero el partido resultaba un poco aburrido. Todavía no habían convertido ningún gol, pero estaban jugando mejor. Mario abrió una cerveza, y se arrellanó mejor en su asiento. Se ve que la cosa venía lenta.
En eso, justo cuando los ojos comenzaban a cerrársele a causa de la modorra, el equipo tomó la pelota y salió rápidamente en contraataque. Mario se sentó al borde del sillón, apretando los puños. Entonces, cuando el delantero pateó hacia el arco vacío, inexplicablemente el televisor mostró la leyenda: “Volumen --- 13”, y el tiro del atacante dio en el palo.
Mario no salía de su asombro. Agarrándose la cabeza con una mano y ahogando un grito de angustia, buscaba el control remoto sin perder detalle del partido. El equipo rival, a su vez, robó la pelota en el área, y las cosas estaban complicadas para los Linces.
Cuando Mario logró encontrar el remoto, cambió nuevamente el volumen a “12”, y justo en ese momento, un defensor de los Linces le quitó la pelota al adversario, y tras un largo pase habilitó a un compañero que se encontraba cara a cara con el arquero rival. Pero el televisor le jugaría otra mala pasada a Mario, cambiando nuevamente y por sí solo el volumen a “13”, y luego a “15”, ¡sin pasar por el “14”!. Así fue que el atacante “Lince” se tropezó con la pelota, cayendo sentado en el campo de juego mientras veía como un adversario se llevaba el balón.
Mario estaba descontrolado. Presionaba frenéticamente los botones del control remoto, pero por alguna extraña causa, el volumen saltaba de dos en dos. O sea que al “15” le sucedía el “17” y luego el “19”, y hacia abajo pasaba automáticamente al “13”, al “11”, y así sucesivamente.
Entonces, se le ocurrió una idea: presionó: “Mudo”, (después de todo el “0” es par), pero la tele, lejos de quedar en volumen “0”, ¡pasó a “-1”!. Eso sí que era inexplicable.
Los efectos no se hicieron esperar y fueron devastadores: dos goles seguidos del equipo contrario. En solamente dos minutos, y faltando sólo uno para que termine el partido.

Mario estaba desconsolado. Su equipo perdería por su culpa, y no había nada que él pudiera hacer. Su manía con el control de volumen era la causa de tal catástrofe.
Entonces fue que abrió los ojos. Demoró unos instantes en darse cuenta de que se había quedado dormido. El partido todavía no había terminado. Faltaban dos minutos del tiempo suplementario, ¡y su equipo ganaba dos a cero!.
Mucho más aliviado, mientras anotaba mentalmente no comer tantos ravioles la próxima vez, bebió un sorbo de su cerveza, y buscó el control remoto, que al dormirse se le había escabullido en el sillón. Cuando lo encontró, lo apuntó cuidadosamente hacia el aparato, y elevó un poco el tono del volumen, a fines de escuchar mejor el final del partido.
- Veamos… yo lo dejé en “12”, así que si presiono dos veces rápidamente lo pasaré a “14”…

¡Cual no sería su sorpresa al notar que el volumen había quedado en “13”!. Seguramente al dormirse lo había presionado sin querer. Sin embargo, su equipo resultó vencedor de todos modos.

Ese día, Mario aprendió que el futuro no depende de las cábalas que podamos inventar (como la del volumen), sino de un montón de factores que nadie puede predecir.
No obstante, es muy tranquilizador para los nervios seguir alguna cábala. Incluso resulta divertido en algunos casos.
¡Hasta el control remoto aprendió algo ese día!. Sí, aunque no lo crean. El control aprendió a volar, luego de que Mario lo arrojara con todas sus fuerzas por la ventana abierta.

SUBIENDO LA CUESTA - Jennie Escobar


Eché a rodar
las nubes de la tormenta
por el lavatorio,
para variar.
Las manos del abismo
me abrieron el camino
a través de la roca
y el sol
se puso su careta humana
ante la mirada azul del mar.
El vino llego a ser
la sangre de cada verbo herido
conjugándose en mi boca,
cuestionamientos sin resolver
se agitan
como bolsa de leones.
Deberia bastar
con la sabiduria del silencio
para aprender.
Sigo subiendo la cuesta
a ver si un cien pies
me da una mano,
o que el diablo se haga el sordo
a pesar de los gritos
de mi ropaje.

CARTA DE AMOR - Leonor Rodríguez Rodríguez


A MI ESPOSO:

Si las noches fueron claras y serenas, donde Luna y estrellas nos guiaron por sentimientos salidos del alma que, ni las tormentas enturbiaron, ni los socabones trastabillaron, hoy, amado, te siento tan adentro que, tu ida no es tormento, sino, luz que me llega del firmamento, donde la Luna, hechicera, te lleva de broche en su pecho sin que su grandeza amedrante mi osadía de mirarte, cada noche, percibiendo tus querencias en guiños que me empujan a seguir viva en mis días de Otoño-Invierno, preparada para el encuentro que, quiera o no la Luna...... a tu lado mi presencia en ese broche, lucirá en su pecho.

A la sombra de tu sombra, vivo de tu amor, influjo en mi razón para seguir dentro de ti que, sosegas a mi corazón.

Leonor.

BRONCA - Franco Barbaran


No tener un propio espacio para la creación, no poder sentir silencio mezclado con brisa de mediodía, mezclado con una lapicera que se airea de la misma brisa.
Da impotencia tener que lidiar con las desesperantes expresiones de los habitantes de esta casa.
Tan solo un propio espacio para la creación. Tan solo una silla, o algo donde sentarse, y eso sí : una ventana de cualquier tipo o tamaño, para que sea el punto donde yo pueda apreciar el comienzo y el fin del mundo.

LÓGICA DE LA ILUSIÓN - Gabriel Palou


El trabajador sin tiempo, el artista, el que no se subordina al calendario por razones pesimistas, el creador de los mundos, el de la directa observación, el que sitúa las realidades desde su específica y pragmática posición, él, infiere las hipótesis de una voz sin voz, desde la conciencia, desde su interpretación, dándole el lugar privilegiado al oyente de la acción, y así, deducirlo específicamente a él, como sujeto emisor.
El locutor siempre será tácito y neutral, ya que el texto fue creado con el fin de que el lector lo pueda activar; es en él dónde reside la fuerza de su máxima expresión, él, va amojonando supuestos que filtren la red cognitiva de aquel que lo construyó, y así poder ser descodificada por el receptor, en la narrativa más intensa con extensión.
Reemplacé la realidad por la ilusión, y fue la fantasía la que en verdad me ganó, alteré las sensaciones y también la percepción, la circunstancia se hizo psicoactiva y el ánimo creyó, que su nivel de consciencia era la expectativa mejor, para construir el mundo desde su radical posición, la de los agudos sentidos, indeterminados por la movilización que siempre me ha poseído, la de mi contexto lingüístico que siempre me engañó con su fenómeno representativo.
Fantasía y realidad, se tejieron en la trama de una palabra como verdad, los conceptos se mezclaron y la visión se hizo autista al escuchar, esa reflexión indirecta que los sentimientos y las emociones distorsionan para crear, un mundo perfecto ante un medio habiente natural, ahí, el lenguaje no encajaba por no tener coherencia inferencial, ahí, la interpretación quedaba de lado al igual que la conjetura y la subjetividad, porque el juicio no existía, ni la simbolización espectacular.
La visión y la escucha, son los sentidos amplificativos de nuestra vida en continua lucha, en continuo cambio y modificación, es en esa dirección, que los mundos se crean cargados de valor, captando la belleza que se deforma en la imaginación, en un planeta relativo con millones y millones de posiciones que el observador puede fabricar en su cognición.
Yo, un ciego pintor o un sordo poeta en la lengua de la sistematización, decidí producir mi mundo desde ésta isla transversal del yo, del mí, el holograma psíquico que nunca aprendí, donde quedé atrapado al reducir mi lenguaje artificial para la comunicación, pero hice un esfuerzo, algo así como una precipitación, utilicé mi cuerpo e hice una intelectual distinción, lo usé como herramienta para una cierta finalidad que el arte me pidió, armé un juego con lo poco que tengo para dar en mi razón, y el que lo descifre tal vez entienda mi realidad, la de ser un artista con el mínimo material para crear, condiciones diferentes en larga distancia de la abstracción mental (escucha y habla).
............................................................... Palou J.G

EL MIMO, EL MAGO Y EL ESPECTADOR - Caleb Valle


Sobre la cuerda en la que deambulaban
mis pensamientos se encontraba otra vez
el mago malik, vestido de azul turqueza,
comiendo una galleta de jengibre, ahí:
telúrico, ilucido, lento, viejo y cascarrabias
se balancea con un paraguas multicolor de
veinticinco centimetros de radio.
Las nubes y el cielo hacen juego con su
camisón del insomnio de anoche, rayado,
su jersey y su chaqueta con migas de
hojuelas, chaquiras y lentejuelas, me
preocupa el cielo, se viste gris ya, malévolo
y él a media cuerda floja sigue, me
inquieta su helado deshaciendose,
goteando sobre la cabeza de marmol de la
copia del David de Miguel Ángel.
Voces de aves que gimotean en parvada
limpiando sus mejillas de aquel chocolate y
vainilla y núcula. Un vecindario un poco
crecido, fuera de lo normal, casas vacias,
habitaciones en tonos pastel, mimos,
cirqueros, gitanos, sirenas, niños y más
niños . En la última habitación del edificio
verde del que cuelga la cuerda, en la
azotea queríamos tiempo para estar
tristes...
El mimo quería morir, yo; llorar, el mago
caer de aquella débil cuerda en gotham
pero ambos, todos estabamos habituados a
continuar el Show...
Quisiéramos tiempo para estar tristes.

Caleb Valle Cazares

ENCUENTRO HUMANO. - Franco Barbaran


Sucedió que una vez me tuve que hospedar en un curioso hotel. Era yo pues un hombre altísimo y esquelético y además burdo y oscuro. Casi siempre lloraba, me asaltaban violentos pensamientos abstractos, y saludaba por doquier, a quien sea y cuando sea.
Mi condición claramente anormal para los demás, era sin embargo para mí algo ya tan asimilado, que tenía mi propia versión del mundo.
Ya en el hotel, me olvidé de porqué había decidido hospedarme allí. Pero ya también me había acostumbrado a mis lagunas mentales. Me reía de mis dudas.
Salude entre lágrimas a cuanta persona me crucé en el hotel y me fui a la habitación que me había indicado el botones.
Una vez adentro de la habitación me dediqué a vivir la vida de hermetismo que se vive dentro de la habitación de un hotel.
Pasó primero un día, luego dos, luego tres, y finalmente cuando ya llevaba una semana enfrascado bajo las sábanas de la que era mi cama; alguien golpeó la puerta.
Me quedé petrificado.
Me levanté de mi cama, y abrí la puerta con un poco de miedo. Solo el pasillo desolado y tranquilo estaba allí. Suspiré con un poco de alivio.
Sin embargo cuando cerré la puerta y me volteé hacia el interior de mi pequeño mundo, me encontré con un hombre parado frente a mí.
Era un hombre altísimo y esquelético y era también burdo y oscuro. Lloraba, sucumbía a pensamientos violentos y abstractos, y saludaba perdidamente por doquier.
Me quedé estupefacto pero maravillado.
Le ofrecí una apacible taza de café importado que siempre llevaba conmigo y el hombre la aceptó.
El frío que tenían nuestros cuerpos se comunicó fraternalmente. Ambos nos miramos largo rato, y entendimos claramente que estábamos destinados a prolongarnos en la soledad. Sin embargo eso ya no nos importaba.

Así sucedió pues que por la calle dos hombres burdos y oscuros se marchaban de un hotel de algún lugar que probablemente ninguno luego recordaría, ya que los pensamientos ambiguos a los que sucumbían eran tantos; que su memoria se había gastado.